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Vayigash

Bereshit 44-33: Y ahora que tu sirviente se quede en lugar del joven como esclavo de mi señor, y que el joven vaya con sus hermanos”.

En esta parashá se narra la revelación de Yosef a sus hermanos. Es significativo que Yehudah que fue el hermano que propuso la venta de Yosef veintidós años atrás, ahora contesta “… si Binyamín que tú lo tienes retenido no es liberado, entonces yo me quedaré como esclavo para ti…”.

Yehudah en esa situación expresa su arrepentimiento “… yo no puedo hacer lo mismo que hice veintidós años atrás, cuando no tuve ninguna compasión de mi padre, y propuse la venta de Yosef. Ahora no puedo dejar que Binyamín permanezca como esclavo…”.

Yehudah propuso la venta, y ahora en cambio, propone la liberación de Binyamín y permanecer como esclavo.

Yehudah muestra su verdadero arrepentimiento.

Maimónides escribe en: Las Leyes de la Teshuvá cap. 2-1:

El verdadero arrepentimiento se produce, cuando la persona llega a estar en la misma situación que cuando cometió la transgresión, y no la realiza. No la haré, no porque no puede, sino porque siente que se ha arrepentido, y que ya no es correcto realizar esta acción”.

Después de escuchar las palabras de arrepentimiento de Yehudah, Yosef revela su identidad “…yo soy Yosef. ¿Todavía mi padre vive?...” ¿Por qué no pensasteis en el sufrimiento de nuestro padre, cuando me vendisteis?

Yosef tiene un pedido: “dile a nuestro padre que venga, para que os instaléis todos aquí en la tierra de Goshen, en la tierra de Egipto, porque todavía quedan muchos años de hambruna, y donde residís en estos momentos no lo vais a poder soportar…”.


En esta parashá, acontece el momento más emocionante de todo el libro de Génesis, cuando Yaacov y Yosef, padre e hijo, se reencuentran veintidós años después.

Está escrito “…lloró Yosef sobre los brazos del padre…”, Rashí comenta, Yaacov no lloró. ¿Cómo es posible, que después de estar tanto tiempo sufriendo por la muerte de su hijo, no se emocione y llore?

Rashí explica, que Yaacov estaba recitando el Shemá,la oración en donde proclamamos la unidad de D-s, y en la que pronunciamos, “Escucha Israel, El Eterno es nuestro D-s, el Eterno es uno”. Con esta acción, nuestro patriarca nos quiso enseñar una gran lección. Generalmente la persona se acuerda de D-s en las situaciones de angustia o dificultad, pero cuando se encuentra en momentos de gran alegría, está tan inmerso en ella que se olvida de D-s.

Y este es el gran mensaje que aprendemos en la Torah de la mano de Yaacov, que no tenemos que esperar el momento de desgracia, debilidad o dificultad para acordarnos de D-s, sino que tenemos que agradecerle también en los momentos de suma alegría.

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