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TAZRÍA-METZORÁ

En esta parashá la Torá nos habla de la lepra; no como enfermedad física, sino como Nega Tsaraat, enfermedad espiritual.

Cuando una persona tenía manchas blancas en la piel tenía que venir a al Cohén, y éste determinaba si esa mancha era un problema dermatológico, o si esa mancha provenía de un desequilibrio espiritual y por tanto, en ese caso el Cohén era quien lo trataba.

La primera vez que vemos esta enfermedad de forma clara y evidente fue con Miriam, cuando habló de su hermano Moshé a Aarón, Bemidbar 12-1.

Rashí explica, que la queja de Miriam fue que Moshé se había alejado de su mujer, después de que volvió con las segundas tablas y Miriam le dijo a Aaron: ¿Por qué Moshé tiene que alejarse de su mujer?… “En ese momento fue afectada Miriam con la lepra, hasta que Moshé rezó por ella.”

De este episodio, se estudia que el Nega Tsaraat está conectado con el Lashón Harah.

El Lashón Harah significa lengua mala, pero en realidad, es cualquier expresión negativa, verdadera, pero gratuita, cuando la persona destruye por destruir. Cuando hablamos Llashón Harah somos destructores y esa destrucción que la persona genera se reflejaba en manchas en la piel.

El Lashón Harah se compara con el asesinato, ya que hay dos formas de asesinar, a nivel físico, y también destruyendo la reputación del prójimo.

Y no sólo la Torá habla de manchas en el cuerpo, sino también de manchas en las ropas y en las casas. Cuando se producía una mancha en la ropa o en la casa había que llamar al Cohén y éste determinaba si esas manchas que se generaban provenían del Lashón Harah.

Hablar es un arte, y tenemos que aprenderlo, y esto es precisamente lo que la Torá nos enseña, que una persona tiene a través de su lenguaje, perseguir la paz y la armonía entre las personas.

El Lashón Harah se genera por las siguientes causas:

El orgullo: Cuando hablamos mal, nosotros estamos arriba, y el ofendido abajo, esto te hace sentirte importante.

La envidia: Cuando vemos que al otro le va bien, no podemos soportar su éxito, y buscamos la forma de destruirlo.

El enojo: Cuando alguien está enojado, en ese momento pierde el control, y pronuncia palabras indebidas y destructivas contra la otra persona.

El odio: Cuando una persona odia al prójimo, busca destruirlo.

Cuando una persona ama a otra persona, bajo ninguna circunstancia va a querer hacerle daño, sino que lo va a proteger.

Cuando se destruyó el Templo, desapareció esta enfermedad, pero eso no quiere decir que los efectos no sean igualmente negativos.

La persona que contraía esta enfermedad en la piel se tenía que alejar del campamento, y esto era muy significativo, porque aquel que generó el pleito entre dos personas generando la “separación”, él tenía también que “separarse” para sentir el mal que él había generado.

Por eso la Torá nos enseña que hay que ser constructor y no destructor. Y si quieres ser constructor te tienes que alejar del Lashón Harah, y generar la unión y la paz entre las personas.

Por el Rav Moshé Bendahan

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