Yom Kipur nos brinda la oportunidad a través del rezo, del ayuno, y de examinar nuestras acciones de transformar la rutina de la existencia en un momento extraordinario para el alma. El Rav. Soloveichik en su libro “El hombre de la Halajá”, escribe acerca de las cualidades místicas de Yom Kipur: un día, que no es como ningún otro día del año, porque nos promete perdón y purificación.
Kipur nos da la posibilidad más grande de todas: la corrección de los errores, cometidos durante todo el año.
Lo que hace trágica esta vida es que siempre pensamos que hay otra oportunidad: si no es este Kipur, entonces al siguiente, o el de después, pero de vez en cuando las puertas se cierran para siempre, y la oportunidad desperdiciada era nuestra última oportunidad.
Uno de los sermones más impactantes y más cortos sobre el tema del arrepentimiento, fue dado en la ciudad de Nueva York, por Rabí Jacob Yosef un hombre de gran erudición y una gran memoria, podía hablar horas citando largamente una serie enorme de textos. Ningún judío de su sapiencia había llegado a América. Desafortunadamente su llegada no hizo cesar las disputas y las rivalidades locales, pero cuando Rabí Yosef hablaba en la Sinagoga en Shabat, todo el barrio venía a escucharle.
En el Shabat Teshuvá, justo antes de Yom Kipur, la gente venía de toda la zona, y aún se dormía en Manhattan para poder estar presente en lo que se había hecho, una de las experiencias más importantes de la vida pública de la Comunidad.
Algún tiempo después, Rabí Yosef sufrió una apoplejía y no se sabía si podría hablar de nuevo, pero poco a poco se recuperó, salió del hospital antes de Rosh Hashaná. Toda la Comunidad lo esperaba con gran deseo, para ver si les hablaría otra vez. Su familia y sus amigos intentaron desanimarle, pero Rabí Yosef insistió en que estaba bien y que no habría ningún problema. Solo pidió dos cambios: Que en vez de estar de pie horas, se sentaría, y en lugar de citar de memoria multitud de textos, usaría textos escritos.
La noticia de que hablaría en la Sinagoga de North Street llegó a la Comunidad y cundió el entusiasmo, la gente llegó muy temprano al Shabat por la mañana para tener un sitio, no era sólo un sermón, era poder escuchar a una figura heroica.
El momento llegó para que Rabí Yosef empezara, todos los ojos miraban a este hombre débil que se llenaba de vitalidad, al tiempo que ajustaba su Talit, con sus ojos fijos en toda la Congregación, empezó: “El Talmud dice”, hubo silencio y finalmente repitió las mismas palabras, “El Talmud dice”, otra vez silencio, nadie en la Sinagoga dijo ni una sola palabra, no podían comprender por qué él repetía sus palabras de apertura otra vez. Pero esta única frase, repetida 3 veces, fue el sermón más emocionante que Rabí Yosef dio en su vida.
El Rabí, cuando habló con su Congregación, explicó que había empezado a preparar su sermón cuando todavía estaba en el hospital, repasando todas las palabras, una y otra vez, pero a pesar de sus preparativos su mente estaba vacía. Sólo hace unos meses podría haber dado un discurso sin prepararlo, y ahora no podía acordarse ni del tema, y agregó estas últimas palabras: “Vean lo que le puede pasar a un ser humano en un segundo, hoy todo es posible, mañana quién sabe dónde nos vamos a encontrar, eso es lo que somos, cuando todavía hay tiempo, cuando todavía podemos hacer, hablar y caminar, tenemos que arrepentirnos antes de que sea demasiado tarde”.
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