top of page

Volver a mirar hacia adentro

Por el Rabino Moisés Chicurel



Vivimos en un mundo que parece girar más rápido de lo que podemos procesar. Cada día amanece con noticias que estremecen, con cambios que nos descolocan, con una realidad que muchas veces se siente frágil. Frente a esa aceleración, el judaísmo —con su sabiduría milenaria— nos da algo maravilloso en el día de Kipur: la oportunidad de detenernos para volver a mirar hacia adentro. Recordar que lo esencial no siempre se encuentra en lo externo, en el ruido del mundo o en lo que hacemos, sino en quiénes somos por dentro y en cómo actuamos cuando nuestras acciones son verdaderamente el reflejo de lo que somos y de lo que queremos ser. La oportunidad de ampliar la fuerza de la intención y la conciencia.


Yom Kipur es precisamente una oportunidad anual para hacer un alto, revisar nuestras prioridades, limpiar nuestras intenciones y volver a empezar. No con culpas, sino como quien asume con responsabilidad que la vida, cada día, nos da otra oportunidad de mejorar y no quedar estancados en los errores del pasado.


Porque el judaísmo no se trata solo de cumplir, sino de comprender. No solo de mantener tradiciones, sino de vivirlas con verdad. No solo de pertenecer a una comunidad, sino de construirla, sostenerla y sanarla juntos.


Estamos entrando en días que nos invitan al balance y a la transformación. No desde la culpa, sino desde el deseo genuino de ser mejores. Mejor persona, mejor pareja, mejor madre o padre, mejor amigo, mejor miembro de comunidad. Y ese deseo profundo no nace del ruido externo, sino del silencio interno. De la valentía de reconocer con humildad nuestras fallas, pero también nuestra capacidad de elevarnos.


Frente a todo lo que nos ha tocado vivir en estos tiempos confusos, lo que más necesita el alma judía hoy es un despertar. Una decisión interior: “Soy parte de Am Israel. Quiero formar parte. Estoy dispuesto a hacer lo que me toca”.


Las personas y las comunidades que florecen no son las que tienen todas las respuestas, sino las que se atreven a hacerse las preguntas correctas. Las que escuchan. Las que cuidan. Las que no temen repensarse cuando hace falta. Las que entienden que no hay crecimiento sin incomodidad, pero que el cambio auténtico no nace del enojo, la culpa o del vacío, sino del compromiso con algo más grande que uno mismo. El compromiso de ser mejores. De hacer del mundo un lugar mejor.


La Comunidad Judía de Madrid vive hoy una etapa de reconstrucción y búsqueda. Una etapa desafiante, sí, pero también profundamente esperanzadora. Porque no hay mejor momento para sembrar que cuando la tierra se remueve. Cuando las noticias estremecen. Cuando el ruido externo nos recuerda que nuesta identidad y fortaleza están dentro de nosostros. Y lo que sembremos ahora con honestidad, con paciencia, con visión y con fe, será lo que florecerá para nuestros hijos e hijas. Así lograremos fortalecer la unión y la identidad de nuestro pueblo.


Desde ahora, ya estoy profundamente involucrado en este proceso, con responsabilidad y alegría, para recuperar el sentido profundo de pertenecer a algo más grande que uno mismo, y de cuidar esa llama que nos une como pueblo, como tradición y como futuro.


Ruego a Hashem que este año nos encuentre más despiertos, más sensibles, más generosos. Que logremos superar con alegría todos los retos que nos ha tocado vivir. Que no perdamos la capacidad de ilusionarnos, de cuidarnos, de unirnos. Que sepamos dejar atrás lo que divide, y reforzar lo que construye.


Con humildad, con firmeza y con esperanza, estoy convencido de que lo mejor está por venir, si lo caminamos juntos, con el corazón abierto y la voluntad firme.


Deseo para todos jatimá tová. Que seamos sellados en los libros de la vida, de la luz y de todo lo bueno.

 
 
 

Comentarios


bottom of page