Rosh HaShaná: El arte de empezar de nuevo
- HaRav Joseph Salama
- 22 sept
- 2 Min. de lectura
Hay palabras que se escuchan una y otra vez, pero que en determinados días cobran un brillo distinto. “Shaná tová” no es solo un saludo de cortesía; es un deseo profundo de que el año que comienza sea verdaderamente bueno, pleno, luminoso.
Rosh HaShaná es más que una fecha en el calendario. Es un umbral. Una frontera invisible entre lo que fue y lo que puede ser. Aquí la metáfora es poderosa: no se trata solo de un año nuevo, sino de un nacimiento nuevo. Hayom harat olam — “Hoy es el día de la creación del mundo”. El mundo entero vuelve a nacer, y con él, cada uno de nosotros.
La anáfora resuena en el rezo de la Amidá: Uvejen… uvejen… uvejen… — “Y así… y así… y así…”. Como una martillada en el alma, nos impulsa a imaginar un futuro diferente, más justo, más compasivo, más cercano a la visión de Dios.
Y está la paradoja: Rosh HaShaná es solemne y alegre a la vez. Temor reverente y esperanza luminosa se entrelazan. Tocamos el shofar y su sonido es a la vez grito y susurro, alarma y arrullo, ruptura y promesa. Ese cuerno antiguo nos recuerda que somos frágiles como un suspiro, pero también eternos como la memoria de nuestro pueblo.
En este día no celebramos un logro alcanzado, sino la posibilidad de comenzar otra vez. Y esa posibilidad es un regalo sagrado. La Torá nos enseña que siempre hay puertas abiertas: que el ayer no condena al mañana, que el error no es destino, que cada instante guarda la chispa de un nuevo comienzo.
Rosh HaShaná nos invita a escribir el prólogo de una historia aún en blanco. La tinta está fresca, el papel espera. La pregunta que queda suspendida es: ¿qué sello personal, único e irrepetible, queremos dejar sobre el año que viene?
Que este Rosh HaShaná nos regale el coraje de empezar de nuevo y la dulzura de sentirnos acompañados por Dios y por nuestra comunidad en cada paso del camino.
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