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Parashat Ki Tetzé: Construir un hogar con unidad

Cuando pensamos en la parashá de Ki Tetzé, solemos recordar que es la sección de la Torá con más mitzvot: setenta y cuatro en total. Son leyes que abarcan desde la vida personal hasta la organización social, desde la intimidad del matrimonio hasta el trato justo en los negocios. Y, sin embargo, detrás de esta diversidad de mandamientos hay un hilo conductor sorprendente: la unidad del hogar como fundamento de la vida judía.

La Torá no nos habla solo de grandes ideales, sino de los pequeños gestos cotidianos que sostienen el entramado de una casa. Allí, en el espacio más íntimo, se juega gran parte de nuestra relación con Dios y con los demás.

Uno de los mandamientos más llamativos aparece en Devarim 22:8:

“Cuando construyas una casa nueva, harás una barandilla a tu azotea, para que no traigas sangre sobre tu casa si alguien cayese de allí”.

A primera vista, se trata de una ley de seguridad: evitar accidentes. Pero los comentaristas ven aquí una metáfora poderosa. Rashi explica que la Torá nos enseña responsabilidad: no basta con edificar, hay que pensar en el otro que transitará nuestro espacio. El Ramban añade que este precepto no es aislado, sino que refleja un principio general: debemos eliminar de nuestro entorno aquello que pueda ser causa de daño.

La barandilla en el techo es, en realidad, una barandilla simbólica para todo el hogar. ¿Qué límites ponemos en nuestra casa? ¿Qué palabras evitamos para no herir? ¿Qué espacios de cuidado generamos para que quienes la habitan se sientan protegidos?

Unos versículos más adelante (Devarim 22:11), la Torá ordena:

“No vestirás lana y lino mezclados juntos”.

El precepto de shatnez parece técnico y desconectado de la vida familiar. Sin embargo, el Midrash (Sifré Devarim 223) lo asocia con la idea de armonía en lo diverso. Hay combinaciones que destruyen y otras que construyen. En el tejido de un hogar, no todo puede mezclarse sin discernimiento: hace falta equilibrio, respeto de las diferencias, orden en las relaciones.

El Talmud (Yevamot 63a) enseña que “el hombre sin mujer no es un ser completo”, y que juntos forman una sola entidad: ish ve-isha, hombre y mujer, con la presencia de la Shejiná en medio. La prohibición de shatnez nos recuerda que la verdadera unidad no consiste en fusionar todo indiscriminadamente, sino en saber integrar cada elemento en su lugar correcto.

Otro mandamiento destacado de Ki Tetzé está relacionado con las mezuzot:

“Y escribirás [estas palabras] en los postes de tu casa y en tus portones” (Devarim 6:9, recordado en 22:12).

La mezuzá es más que un objeto ritual: es un sello en la puerta que declara que nuestro hogar pertenece a un ideal. Cada vez que entramos o salimos, recordamos que la unidad del hogar no se agota en las relaciones internas, sino que conecta con nuestra misión espiritual en el mundo.

El Rambam (Hiljot Mezuzá 6:13) subraya que quien coloca una mezuzá debe imaginarse como si un ángel lo cuidara en la entrada. ¿Qué significa esto? Que un hogar con dirección espiritual se convierte en un espacio protegido, donde la unidad no es solo fruto de esfuerzos humanos, sino de la presencia divina que lo envuelve.

La Torá también aborda en esta parashá situaciones difíciles: el hijo rebelde, la esposa cautiva, los conflictos de herencia. A través de estas leyes, los sabios destacan un mensaje: el hogar requiere responsabilidad compartida. No basta con la buena voluntad de uno; es un pacto en el que cada integrante tiene un rol.

El Midrash Tanjuma (Ki Tetzé 2) explica que cuando una familia vive en armonía, la Shejiná reposa sobre ellos, pero cuando hay divisiones, incluso el techo más fuerte puede derrumbarse. Aquí se revela la dimensión espiritual de la unidad doméstica: no se trata solo de convivencia, sino de crear un espacio donde Dios habite.

En el mundo contemporáneo, muchas veces el hogar se convierte en una estación de paso: un lugar donde se duerme, pero no donde se comparte. Ki Tetzé nos recuerda que cada casa judía es un micro-santuario. La barandilla en el techo se transforma en el cuidado de nuestras palabras en la mesa familiar. El shatnez se traduce en la capacidad de respetar las diferencias sin perder la unidad. La mezuzá en la puerta es un llamado a entrar con propósito y a salir con misión.

Si la sociedad atraviesa crisis de individualismo y fragmentación, la Torá nos propone volver al núcleo: construir hogares sólidos, protectores y espiritualmente vivos.


La parashá de Ki Tetzé nos invita a entender que cada hogar es una obra de arquitectura espiritual. No se trata solo de paredes y techos, sino de valores que se encarnan en acciones diarias: poner barandillas, cuidar palabras, honrar diferencias, abrir la puerta con mezuzá.

El mensaje final es claro: la unidad del hogar es la raíz de la unidad del pueblo. Si nuestras casas son espacios de paz, respeto y espiritualidad, entonces la comunidad entera florece. Y si cada familia es un pequeño santuario, el mundo entero puede convertirse en una morada para la presencia divina.

 
 
 

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