La Comunidad Judía de Madrid expresa su solidaridad con la Comunidad Judía Francesa (CRIF) y la familia de Sarah Halimi, por la decisión de la Corte de Casación de Francia, quien ha dictaminado que el asesino de la Sra. Halimi no puede ser juzgado.
Sarah Halimi fue asesinada por ser judía en el año 2017, y 4 años después la Corte Suprema de Francia avaló el carácter antisemita del crimen, pero al mismo tiempo dictaminó que el asesino “estaba en un estado de delirio mental agudo provocado por su consumo de cannabis”, palabras textuales de la sentencia.
La ausencia de condena por la muerte de Sarah Halimi volvió a sacar a la calle este domingo a miles de personas en todo el mundo. En Francia, se concentraron más de 26.000 personas exigiendo justicia para Sarah con mensajes como "No hay ley sin justicia" o "¿Justicia rota?".
La familia Halimi ha sido privada de su derecho a la justicia, y la sociedad francesa, de la posibilidad de verse en un espejo y medir, a la luz de la barbarie de este crimen, la profundidad de las fracturas que la atraviesan.
El asesinato de Sarah Halimi es un grito de alarma. Por lo que representa, por la imagen que tiene de sí misma, Francia debe reaccionar y luchar con firmeza y sin dilación el odio al judío.
Desde la Junta Directiva de la CJM hemos enviado una carta al Embajador de Francia en España, el señor Jean-Michel Casa en la que expresamos nuestra incomprensión e indignación, y hemos solicitado una reunión para exponer nuestra postura.
Junta Directiva
Comunidad Judía de Madrid
Extracto del discurso pronunciado el pasado domingo en la plaza del Trocadero por el filósofo, Bernard Henri Levy director de La Règle du jeu
Lo que más me llama la atención en esta sentencia es ante todo su inhumanidad. (...) Hablo de la inhumanidad de los jueces a quienes les costó meses y hasta dos años, o casi, admitir el carácter antisemita de este crimen. Pienso en la inhumanidad de la ley francesa tal y como está redactada hoy, que no permite enfrentar como correspondería este crimen atroz, este ultraje. Pienso en la inhumanidad de los jueces del Tribunal de Casación que, ante la responsabilidad de hacer una interpretación restrictiva o generosa de la ley, eligieron la solución más restrictiva, más frígida, más infame y más inhumana. Pienso en la inhumanidad de tantos comentaristas cuya primera reacción fue decir que había que respetar las decisiones judiciales, y que una decisión judicial era por definición definitiva. Ante esta atroz inhumanidad, ante el cuerpo martirizado de la Sra. Halimi, como el de Rabí Akiva bajo el rastrillo de sus torturadores, había algo horrible en esta llamada al apaciguamiento que todos sentimos. (...) El asesinato de la Sra. Halimi ha provocado un inmenso desorden en la República Francesa, una vacilación. (...) Sarah Halimi es la cara más hermosa que tengo delante de mí, y que tengo, justo ahora, en mi corazón, en la solapa de mi chaqueta. (...) Hay que preservar el rostro y el nombre de Sarah Halimi, hay que honrar su rostro y su nombre. Pero el rostro de Sarah Halimi también debe convertirse en un símbolo. Este es a menudo el destino de los judíos; lo que les ocurre es a veces la señal de que algo aún más temible está ocurriendo en las sociedades. A partir de hoy, hay, en Francia, un Asunto Halimi. Y mientras no se piense en este Asunto de Sarah Halimi, Francia irá mal. Debemos abordar el Asunto Halimi en dos frentes. En primer lugar, está la ley anunciada por el Ministro, y que propuse la semana pasada (...) que llevará el nombre de la Sra. Halimi. Es una gran invención de los revolucionarios franceses, de los primeros republicanos, nombrar una ley con el nombre de una persona ilustre, o de una persona cuyo destino fue lo suficientemente dramático como para que sea necesario recordar su nombre. El segundo frente es exigir la revisión del juicio del Sr. Traoré. No es cierto que todos los recursos judiciales se hayan agotado. Hay casos en la historia del siglo pasado en Francia, no numerosos, de revisión de un juicio, cuando aparece un elemento que no se tuvo en cuenta en las instrucciones anteriores y que es susceptible de influir o cambiar la conciencia de los jueces. Ha habido decenas de casos de este tipo. Es un proceso complejo, pero absolutamente codificado en el siglo XX en el que se debe replantear la ley vigente. Necesitamos llamar a los testigos, necesitamos saber más sobre los motivos del hombre que probablemente saldrá de su hospital psiquiátrico mucho antes de los veinte años a los que ha sido condenado. La familia de Sarah Halimi y los organizadores de la hermosa manifestación de hoy deben formar un comité para la revisión del juicio de Traoré y ponerse a trabajar. A diferencia de Alfred Dreyfus, a quien se le negó la más elemental justicia, Sarah Halimi no está en la Isla del Diablo, está en el seno de Abraham, pero desde donde está, si un día se hiciera justicia, me parece que Mme. Halimi sería feliz.
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